El imperio de lo famélico
- Nuria Medina Villarroel
- 26 oct 2018
- 2 Min. de lectura
La gran industria de la moda sólo acepta a unos pocos para formar parte de ella, y si hablamos de modelaje, se entorna un mundo glamuroso, que en realidad está lleno de exigencias hacia la naturaleza de tu propio cuerpo, hasta el punto de ser un producto a través del que se comercializa, sin importar la persona que haya detrás.

Ahora está de moda criticar los cuerpos extremadamente delgados que hay en las pasarelas, y aplaudir toda estrategia publicitaria que ensalce cuerpos reales, entendiendo así cuerpos con formas y no tonificados. Dando por hecho que todas las mujeres son curvilíneas, con pecho y trasero.
Si echamos la vista atrás y analizamos el modelaje, veremos que es un espejo de la sociedad del momento.
En los 90, imperaban las supermodelos, mucho más que el diseñador, el desfile o la firma. Aquellas mujeres de una belleza innegable y con exuberantes cuerpos reinaron en la pasarela, y se convirtieron en el ideal femenino.
Pero entonces, llegó Kate Moss, y con ello la rebeldía de un cuerpo que no era ni exuberante ni una cara bonita, y demostró su validez y derecho a estar en la pasarela, con el del resto de top models.

Hoy en día, las cosas han cambiado, ahora ver las pasarelas es ver a mujeres extremadamente delgadas, y sin curvas, desfilar. Y la sociedad se ha quejado porque no se identifica con esos arquetipos, que en ocasiones resultan enfermizos.
Lo que no sabíamos, hasta que Blanca Padilla alzó la voz para posicionarse en esta problemática, en el programa “Al rincón” de Risto Mejide, es que:
Por un lado hay modelos extremadamente delgadas a las que se las exige bajar aún mas de peso para poder trabajar, y otra(s) como Gigi a la que no le hace falta, y que casualmente, tiene miles de seguidores en sus redes sociales, y su madre fue modelo además de celebrity.
Las redes sociales están teniendo tanto auge que se convierten en un vale para el éxito, mientras que por desgracia otras tienen que estar alimentándose con apenas nada para poder trabajar en la próxima semana de la moda.
Siendo razonables debemos entender que tanto mujeres con curvas como sin ellas deben poder subirse a una pasarela, como arquetipos de la realidad femenina, dejando de lado ridículas exigencias que conlleven ser famélica.
Resulta paradójico que condenemos aquello que nosotros como consumidores, en última instancia estamos provocando, sabiendo ahora más que nunca que las redes sociales nos otorgan el bastón de mando para cambiar las cosas.
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